Como barcos siguiendo lunas, nunca mejor dicho. Con ganas y fuerza pero sin tener claro un horizonte al que dirgirse. Valencia ha estado mucho tiempo buscando la forma de acercarse a su mar sin resultados y, al final, ha acertado el tiro intentándolo boca a bajo: la ciudad no vivía de espaldas al mar, era el puerto el que dejaba de lado el resto. La celebración de la Copa Améríca ha servido para que el recinto deje de ser un lugar estrictamente administrativo, sin servicios y cerrado al público. Ahora se presenta como una opción de ocio, más, similar al centro histórico y con vocación (o casi) de parque temático.
De entrada libre, el puerto de Valencia dispone de tiendas, restaurantes, parques, espacios temáticos y servicios que permiten, por ejemplo, coge un barco o alquilar una bicicleta. También hay lugar para megayates, tiendas de Vuitton y restaurantes que requieren cita previa. El lujo atrae al lujo y, por ello, el edificio que corona el lugar, el Veles e Vents, se ha convertido en referente arquitectónico de la jet. Lo diseñó Chipperfield y tiene aspecto liviano, acristalado y lleno de terrazas...